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Si bien Málaga suele ser sinónimo de sol, playa y diversión, la capital de la Costa del Sol también ofrece una rica variedad de platos típicos que reflejan su cultura, historia y tradiciones. Los ingredientes frescos y el producto local hacen que la gastronomía malagueña sea toda una delicia.
El espeto de sardinas es uno de los protagonistas gastronómicos de la Costa del Sol. Consiste en ensartar sardinas (habitualmente seis) en una caña de bambú y asarlas a fuego abierto en una barca en la que se colocan las brasas; durante el verano, son pocos los chiringuitos que no cuentan con un espetero (profesional especializado en asar pescado de esta peculiar forma).
Sin embargo, hoy día se prepara un amplio número de pescados de esta manera tan particular. Entre ellos, rodaballos, doradas, salmonetes, calamares, gambones o jureles. El resultado siempre es un plato sabroso y jugoso que condensa el sabor más marinero de la costa malagueña.
Otra de las delicias más características de la gastronomía de Málaga es el «pescaíto frito». Para prepararlo, se utilizan pescados y mariscos pequeños, como boquerones, calamares y gambas, que se rebozan y fríen en aceite muy caliente hasta conseguir un exterior crujiente y dorado. Entre los pescados que suelen servirse fritos, cabe destacar el boquerón victoriano: según la tradición, se trata de un pescado de entre 5 y 7 cm, aunque la normativa hoy marca en 9 cm la talla mínima para el consumo. Debe su nombre a la fecha en que suele pescarse, en torno a la festividad de la Virgen de la Victoria, que se celebra el 8 de septiembre.
El pescaíto frito suele acompañarse de una rodaja de limón, mayonesa y, en ocasiones, ensalada, una combinación de sabores que es toda una delicia para el paladar.
Las sopas frías son uno de los platos estrella de los veranos andaluces. Entre ellas, el ajoblanco consiste en una sopa hecha con agua, almendras, ajo, aceite de oliva, vinagre y pan. Suele acompañarse de fruta fresca, como melón o uva, que genera un contraste de sabores refrescante y sorprendente.
Por su parte, la porra antequerana debe su nombre a la ciudad de Antequera y es una sopa fría elaborada con tomates maduros, pimientos verdes, ajo, aceite de oliva, vinagre de Jerez, sal y pan de hogaza (a ser posible, pan cateto, un pan de miga compacta muy típico de Málaga, elaborado con harina de trigo duro). Suele acompañarse de atún y no debe confundirse con el salmorejo cordobés: este último se elabora con pan candeal y la receta tradicional no incluye ni pimientos ni vinagre.
La concha fina, conocida también como «almeja de Málaga», su nombre proviene del hecho de que la concha apenas tiene rugosidades; el cuerpo es carnoso, de color rojo y blanco. Se consumen crudas o al natural, con un toque de sal y pimienta, y un chorrito de limón. Este último también sirve de truco para saber si la concha fina es de la máxima calidad: si la lengua se mueve, la frescura del molusco está garantizada.
No obstante, si te da reparo consumirla viva, también puede prepararse al ajillo, con salsa picante e incluso como ingrediente para sushi. ¡Hay mil maneras de disfrutar de este manjar!
La variedad de dulces tradicionales malagueños es muy amplia. Destacan las tortas locas, cuyo nombre siempre despierta la curiosidad de quienes visitan la ciudad. La tradición dice que se llaman así porque se preparaban frente a un psiquiátrico para mujeres situado en el barrio de Ciudad Jardín. Sin embargo, deriva de ser una «idea loca»: un dulce fresco y delicioso elaborado con ingredientes asequibles (hojaldre, crema pastelera, glaseado de yema y una guinda a modo de decoración) en una época tan dura como la posguerra española.
Otro postre icónico de Málaga es el bienmesabe, que se hace con almendra, azúcar, huevos, cabello de ángel y bizcochos. Se lleva elaborando en el antequerano convento de Santa Clara de Belén con la misma receta desde el siglo XVII. Lo encontrarás en muchos puntos de la provincia, pero el toque especial del que elaboran las hermanas clarisas es inigualable.
Por último, los borrachuelos son un dulce navideño que ahora se consume todo el año. Se denominan así porque a la masa se añaden vino y aguardiente; suelen rellenarse de cabello de ángel o dulce de batata y se fríen en abundante aceite caliente (pero no demasiado) para rebozarse a continuación en azúcar o almíbar de miel.
No solo de vino dulce vive el malagueño: dentro de la provincia encontramos propuestas muy diversas que te descubrirán todo un mundo de sabores y aromas.
La Denominación de Origen Protegida (DOP) Málaga comprende los vinos de la Axarquía, Montes de Málaga, norte de la provincia, Manilva y serranía de Ronda. Destacan los vinos dulces con distintos periodos de envejecimiento, como el Málaga (de seis meses a dos años), el Málaga noble (de dos a tres años), el Málaga Añejo (de tres a cinco años) y el Málaga Trasañejo (más de cinco años). No te vayas sin probar el pajarete de Bodegas Quitapenas.
Además de los vinos dulces, también encontrarás vinos blancos pedro ximénez o moscatel (llamados «Málaga Pálido»), que pueden ser secos, semisecos, semidulces o dulces.
Esta DOP abarca también la Sierra de las Nieves e incluye vinos blancos, tintos y rosados con aromas tan ricos y variados como la propia esencia de Málaga. Los vinos amparados bajo esta denominación de origen protegida se diferencian de la DOP Málaga en que se trata de vinos más «tranquilos», con un contenido alcohólico de entre el 10 y el 15,5 %, y un contenido en azúcares inferior a 12 g/l.
Por último, entre los licores malacitanos de más graduación cabe destacar el ojén, un mítico aguardiente de vino que tomó su nombre de Ojén, la localidad donde comenzó a elaborarse. Tal fue su fama que quedó inmortalizado en la obra de Picasso de 1912 «Bodegón español», así como en obras literarias de Cela, Valle Inclán, Javier Marías o Hemingway, entre otros.
Aunque la receta secreta original de la familia Morales, creadora de este licor, acabó perdiéndose, hoy día existen numerosas propuestas que le rinden fiel homenaje. Así pues, aunque Málaga sea tradicionalmente tierra de vinos, también tienes a tu disposición exquisitos licores que descubrir cuando vengas a conocerla.